Encerrados


Los seres humanos vivimos buscando refugio, normalmente estamos bajo techo, encerrados en la casa, en el carro, el bus, las aulas de clases... todo se hace entre cuatro paredes. Los únicos momentos en los que salimos a la intemperie son en los que nos trasladamos de un sitio cerrado a otro.

Estar al aire libre es una eventualidad... los parques son pequeños espacios que se reservaron, dentro de nuestro gran desierto de cemento, para tener un respiro, un contacto con la poca naturaleza que nos rodea en la ciudad, para que no se nos olvide como era el mundo antes de la "civilización".

Para rodearnos por completo de naturaleza, y no ver rastros de la creación humana, hay que recorrer distancias muy largas, en ocasiones hasta hay que pagar por entrar, porque son zonas protegidas o privadas. Para ver gran cantidad de mamíferos juntos (que no sean seres humanos) hay que ir a un zoológico, o un criadero... o tener demasiada suerte y encontrar muchos animales sueltos en su hábitat natural.

Ahora la naturaleza es "exótica" y pagamos por ir a hoteles que están cerca suya, porque hay pocas alternativas para verla en todo su esplendor.

Y saber, que en un inicio todo era verde, azul y café, con puntos multicolores (flora y fauna) que realzaban la belleza del mundo...

Contratiempos

Corría cual caballero en su caballo,
a conocer a la cautiva de su corazón.

Los taxis tardaban tanto, todos tomados.
Tanta turba tomaba taxis al tiempo
en que él trataba de tomarlo.

Recordó su dinero,
resguardado en su departamento.
Revolcó drásticamente su ropa,
rebuscando detalladamente rastros de dinero...
sin resutados.



Corrió a su casa a coger su cartera,
y cuando colocó su calzado en la calle
comenzó a caer un chaparrón.

Seguidamente subió a sacar su sombrilla,
sondeándola en la sala.

Cogió el taxi
tratando de calmarse
tras tantos contratiempos.

Llegó loco,
lleno de lozanía.

Su corazón brincaba al conocer a la bella
cautiva de su blando corazón:
Su BEBÉ.

Recuerdos

He empezado a comprender que las viejas historias, los amores del pasado, los deslices, las pasiones... no se pueden olvidar, sólo hay que aprender a vivir con ellas.

Los recuerdos no desaparecen, siempre volverán cuando menos los esperamos, pero hay que comprender que son sólo eso: Recuerdos. Necesitamos dejar de anhelarlos, de querer volver a vivirlos, para poder seguir hacia adelante con nuestras vidas sin que se entrometan y nos atormenten.


Así que los míos los guardaré en mi cajita de recuerdos, ahí se irán acumulando. Los leeré o veré alguna vez, pero volverán a su caja, sin más, sin que mis nuevas historias se vean perjudicadas por algunas pasadas.

Sin riesgos

En la banca del parque central lo esperaba ansiosamente, mientras el atardecer se asomaba por las columnas del kiosco en el que se habían encontrado por primera vez.

Los minutos largos hacían que volara su mente, y mil ideas irrumpían cada minuto que pasaba. ¿Iba a llegar?

Miraba la calle, cada taxi que pasaba y no se detenía era una esperanza que moría. Llegaba un bus, se bajaban los pasajeros... ¿Y él? Ni rastros, ni un atisbo de aquella melena alborotada que la cautivó, de sus ojos grandes y su sonrisa tierna.

El sol ya estaba regalándole sus últimos rayos a la capital, mientras ella ahogaba su sonrisa al ver el reloj. ¿Para qué se mostró interesado sino vendría?

Se levantó de la banca, y el sol desapareció por completo. La margarita que andaba en el cabello cayó al suelo, y al igual que el recuerdo de él se quedó en el olvido, en la oscuridad del rincón que había bajo la banca.


Él la vio marcharse, la estaba observando desde hace más de media hora, pero no se había atrevido a hablarle. Tenía miedo, temor de enamorarse otra vez, de ilusionarse mucho y no ser correspondido, de estrellarse contra un muro y no poder levantarse de nuevo.

Así que se quedó sentado en la banca, mirando la margarita, viviendo sin riesgos para no lastimar su corazón. Preguntándose ¿Qué hubiera pasado si la hubiese detenido?