Turbada

Las cervezas que ella llevaba dentro la hacían tambalearse, sonreír mucho y moverse sensualmente sin pensar en que llamaba demasiado la atención de las miradas sedientas de los hombres de la barra del bar. Tomar sola era para ellos una invitación abierta para el primero que tomara la decisión de abordarla.

Como perrito faldero se acercaba él a su enagua, intentando meter mano sin que ella lo notase realmente. Un par de palabras genéricas, como plantillas gastadas que ha repetido mil veces:
¿Cómo te llamas? ¿Andas sola?
¡Que linda te ves!
¿Qué estás tomando?¿Te invito a un trago?

Luego de unos minutos ella se siente mareada, va al baño y arroja en el lavatorio todo lo que había tomado. Se sentó en el sanitario y respiró profundamente un par de veces, hasta que las paredes dejaron de girar. Volvió a acercarse al lavatorio, se enjuagó la boca, tomó bastante agua y se mojó la cara para despertar de su alcohólico transe.

Salió del baño y él la esperaba, con su cara babeando, y sus manos hirviendo en deseos de tocarla, rozar su piel desmezuradamente. Pero cuando sus labios intentaron acercarse a los de ella, y los dedos a su falda... sólo recibió un golpe de dura realidad que lo mandó al suelo: Una cachetada de una conciencia femenina que volvió a la lucidez.

¿Soñando?... no

Sucias, ajadas, y un poco rotas. Deshaciéndose poco a poco por el uso, raídas por el suelo que las devora con cada giro, cada salto y voltereta sobre mis dedos. Calientes y cansadas guardo mis sandalias en mi bolso tras el ensayo, junto a la botella de agua, la gran enagua de baile y las prensas para amarrarme el cabello.

Aún no me lo creo, trabajar bailando, es pagarme por algo que amo y no que me doy el tiempo para hacerlo frecuentemente.

Sueño con ser feliz,
con sudar alegremente
las gotas que emana mi frente
al bailar así...

Uno, dos, tres,
salto, salto, giro y salto,
no recordaba cuanto
deseaba bailar folclore otra vez.

¿Normal?

Ella no lo odia, simplemente detesta que él la sobre-proteja tanto, y que sea tan celoso de su hermanita con cualquiera que se le acerque.

Él no la aborrece, pero se encoleriza cada vez que ella anda con alguien peligroso, porque sabe que la van a hacer sufrir.

Esa noche él tenía que callar esas palabras hirientes, no eran necesarias... era suficiente con que ella llorara en su cuarto por culpa de su hermano como para tener que hacerlo en público también: Era humillante ver como la manejaba a su antojo.

-¿No entendés que no me gusta ese tipo para vos? Es un imbécil arrogante y vos una estúpida por no abrir los ojos.
-Necesito darme cuenta de eso por mí misma, largáte y dejáme en paz.

En ése momento él le dio una cachetada tan fuerte que la mandó al suelo, en medio del parque, toda la gente volteó a mirarlos y un par intentó detenerlo. Tenía los ojos enrojecidos, pero sabía que ésta vez había ido demasiado lejos; nunca le había pegado, pero ella tampoco le había hablado así... Él no supo más que hacer que irse, sin disculpas, sin palabras, sin siquiera levantar a su hermana del suelo.

¿Realmente las relaciones de hermanos deben ser de peleas? ¿Es una ley irrompible que los hermanos se lastimen unos a otros? ¿En alguna etapa de la vida ese círculo de descarga de sentimientos negativos acaba?

Siempre que un par de hermanos pelea alguien dice: - Déjelos, son hermanos, es normal que peleen...
¿Realmente es normal o la gente ha impuesto que esa sea la regla?