El lápiz se desliza sobre el papel, esculpiendo palabras sublimes, inocentes, de un profundo amor infantil.
Sus dedos resbalan en la madera pintada de amarillo, y el gris dibuja una flor en el papel. Su mirada se pierde por la ventana del autobús. Se abstrae en sus ilusiones sin percatarse del bochorno que nos aqueja a los demás pasajeros, ahogándonos tras un mar de ventanas cerradas que nos protegen del diluvio que hay fuera.
Carita de esperanza, de cándido amor que imprime tras unas frases para su amada. Aún con su uniforme de escuela piensa en ella de regreso a su casa. Incipiente ternura y atracción, primeros vestigios de amor de un niño.