Un frágil destello de felicidad entró hoy por mi puerta, rebosante de luz naranja del atardecer, proveniente de su tierna sonrisa. Caminó hasta mi lado y se acurrucó en el sofá grande de mi sala, se acomodó hasta quedar inmóvil, bello, sublime.Se quedó conmigo algunos instantes aquel feliz momento, mientras mi pecho le servía de almohada.
Un suspiro y te amo se escapaban de cuando en cuando, y un juego de miradas y caricias llenaban el profundo silencio de la fresca tarde.
La noche trajo consigo la despedida, la oscuridad apagó la luz que destellaban sus ojos y el sillón quedó sólo de nuevo.
Pero el instante de felicidad aún sigue en mi rostro, me impulsa a mover los dedos en el teclado, y a cerrar los ojos para oler su aroma, que dejó impregnado en mi pecho.
Una decena de luciérnagas
