Dejarte...
100 detalles reflejados
Éste es mi relato número 100 y quiero involucrarlos en él invitándolos a completar estas frases, y si lo desean pueden proponer otras y contestarlas de igual manera. Y les agradezco mucho que sigan por aquí frecuentándome, disfrutando o no de lo que escribo, dejándose llevar por las historias, no influyéndose por otras, pero igualmente leyendo, dándome la oportunidad de decirles algo... cualquier cosa.
vida es...
Escribir me...
Amo...
PD: mis respuestas están en los comentarios.
Confesiones de vida
Caminé por el atajo que uso todas las mañanas, un lote vacío que queda a dos cuadras de mi casa. Iba un poco más despacio de lo normal, tenía muchas ideas mezcladas en la cabeza. No quería llegar otra vez a mi casa a la soledad de siempre, a comer sólo, bañarme sólo, dormir de día sólo, despertarme sólo...
Mientras caminaba escuché un llanto muy suave, agudo, dulce y amargo. Cerré mis ojos un segundo para descubrir de donde provenía aquel sonido e inmediatamente me dirigí hacia las raíces de un árbol. Ahí la vi, frágil, indefensa, hambrienta. Nunca he sido muy apegado a los niños, pero ella ... ella era distinta: me necesitaba.
No había nadie más que yo en todo el lote. Intenté buscar a sus padres en las cercanías, pero no había nadie, es una zona poco transitada. Así que la llevé a mi casa, que se convirtió en nuestra casa.
Pensé en llevarla a la policía, pero me la iban a quitar y ya me estaba encariñando con ella. Además la habían abandonado, sus padres no la buscaban. Les juro que no pensé nunca en hacerle daño, ella se convirtió en el centro de mi vida, en mi razón de levantarme y trabajar todos los días, el impulso para ser una mejor persona, un buen padre.
Hace dos días la llevé a que tomara sol en el parque, los bebés necesitan aire fresco. La tenía en el coche que le compré, mientras leía el periódico. Había mucha gente en el parque y no me percaté en qué momento se la llevaron, juro que alguien me la robó. La busqué en todas partes. No quería llamar a la policía, porque me iban a culpar de secuestro a una menor, aunque no la secuestré, la encontré o más bien ella me llamó para que la salvara.
Ayer salí del trabajo decidido a avisar a la policía de la desaparición de mi hija, sin importar lo que me fuese a pasar. No sabía que ya había aparecido el... el cuerpecito de mi niña. Créanme es imposible que haya sido yo, me la robaron, me la quitaron para siempre. Ella era mi bebé, la amaba y ya no existe.
- No más preguntas su señoría.
¿Normal?
Mentirita blanca
Una ardilla llegó una mañana a la rama en donde vivía un pajarito.
La ardilla estaba muy triste; el pajarito se le acercó caminando despacito por la rama, y le preguntó que porqué no iba a jugar como las demás ardillas. Ella le dijo que no quería porque ninguna de las demás sabía volar.
¿Volar?
¿Y eso cómo se hace?
¿Me enseñas?
Y el pajarito escondió sus alas, mientras la ardilla lo montaba su espalda. Y cuando estuvo bien aferrado a ella, la ardilla saltó de rama en rama, extendiendo sus brazos, enseñándole a volar al pajarito... sin saber que él le ayudaba a planear a sus espaldas.
Lucecita
Me senté en la mecedora que está frente a la casa de mi abuela. Alrededor de la casa sólo hay cafetales y árboles frutales, que de noche se ven como una gran masa oscura y tenebrosa que me asusta.
Ya había oscurecido, y yo me seguía meciendo, viendo fijamente un gran árbol de carambolas, denso, sombrío.
De pronto una minúscula lucecita blanca se encendió al lado del tronco, luego desapareció; seguidamente apareció entre las hojas, pero ésta vez se quedó encendida por un largo tiempo.
-Una luciérnaga. - Me dije en voz baja.
Y seguí en la mecedora buscando con la mirada aquella lucecita...
Mientras tanto, en el fondo se escuchaban grillos, algunos sapos, el viento jugueteando entre las copas de los cafetos y las palmeras, mi abuela hablando con mi tía... y un peculiar sonido que no conocía, que se aproximaba; era casi inaudible pero estaba segura de que nunca lo había escuchado.
La luz que había visto bajo el árbol se posó sobre mi pierna, y pegué un salto en mi asiento. La luz se fue a una bella rosa que estaba frente a mí, me acerqué a ella y observé a un ser muy pequeño y frágil, envuelto en musgo y hojas, que me veía con sus pequeñísimos ojos.
No sabía si correr, o acercarme, si temblar o sonreírle... cuando dí un paso hacia la criatura la luz se apagó, y no logré divisarla entre la profunda oscuridad de aquella noche sin luna.
Me volví a sentar en la mecedora, con una gigante sonrisa en mis labios, y sin miedo, absolutamente nada de temor. Y con la gran certeza de que las hadas si existen.